Hace unos días cayó en mis manos un ejemplar del “Boletín ACAL”, revista predecesora del actual “Archivamos”, que editaba la Asociación de Archiveros de Castilla y León para informar a sus socios de las noticias archivísticas y las principales corrientes de nuestro sector (por cierto, leer esos boletines es algo totalmente recomendable para saber muchas más cosas de archivos).
Concretamente, se trataba del Boletín ACAL número 33, correspondiente al tercer trimestre del año 1999… ¡y costaba 750 pesetas! En su interior, había un reportaje en la sección “Cuaderno de notas”, redactado por Ángel Laso Ballesteros, director del Archivo Histórico Provincial de Valladolid, que tenía por título “El acceso a los documentos administrativos. Derecho, laberinto y decepción” y que presentaba una exposición y análisis de la situación en ese momento con respecto al acceso a la documentación pública. Tras leerme este reportaje, la conclusión era, más o menos según mi humilde punto de vista, la siguiente: La normativa administrativa en materia de acceso resulta insatisfactoria para dar respuesta a las necesidades que tienen los archivos.
Una vez que terminé de leer el reportaje, me di cuenta de que, tras haber transcurrido 15 años de haber sido escrito, no había perdido un ápice de actualidad, salvo por la obvia desactualización e interpretación de las posteriores normas que han ido regulando el acceso a la información pública y a los documentos desde al año 1999 hasta ahora.
En este sentido, ya más tranquilo con un café en la mano y mientras veía jugar a mis niñas pequeñas, me puse a reflexionar… ¿Cómo es posible que los archiveros hayamos estado pensando y debatiendo continuamente sobre el régimen de acceso y la legislación en materia de transparencia durante más de 15 años? Y lo que es peor, ¿Cómo es posible que, tras más de 15 años haciéndolo, todavía sigamos exigiendo sin éxito que nos escuchen, nos tengan en cuenta y resuelvan nuestros serios problemas al respecto?
¿No sería mejor intentar pasar página y empezar a pensar cómo abordar otros aspectos de la Gestión Documental actual que también requieren nuestro esfuerzo y atenciones? ¿No sería más positivo para todos nosotros, archiveros preocupados por mejorar el futuro de nuestra profesión, abandonar, por ahora, lo que resulta a todas luces un debate infructuoso y plantearse nuevos objetivos a conseguir?
A la vista del escaso éxito de nuestras jornadas y congresos sobre transparencia, de nuestras publicaciones exigiendo un cambio en el régimen jurídico, de nuestros manifiestos profesionales y deontológicos, y de cuántos grupos de presión hayamos creado en las dos últimas décadas para lograr una regulación normalizada del acceso y la transparencia, que resulte más realista y acorde a nuestra realidad archivística, deberíamos empezar a plantearnos otras metas, otros objetivos que también son importantes y que requiere de nuestra atención.
Tal vez si nos centráramos en otras cosas por un tiempo, como la definición de los procesos administrativos en los que se generan documentos, la participación en las políticas de administración electrónica, o el aumento y mejora de nuestra reputación dentro de nuestra propias organizaciones o frente a otros sectores profesionales, nos evitaríamos esa extraña sensación de estar dando cabezazos contra un muro que me entró al ver cómo hace 15 años estábamos exigiendo exactamente lo mismo que ahora. Si, desde nuestro colectivo profesional, lográramos avanzar en otros proyectos igual o más importantes que la Cuestión del Acceso, en un futuro tal vez nos resulte más efectivo volver a atacar este asunto con mayor probabilidad de éxito.
Por ejemplo, si ahora que nos encontramos en una fase crítica en la implantación de la llamada “Administración electrónica”, debido a la falta de inversión económica para poder implementarla adecuadamente, los archiveros nos centrásemos y expusiésemos las ventajas que puede conllevar una adecuada gestión documental para reducir los procedimientos administrativos, ahorrando con ello tiempo y dinero a la Administración, a lo mejor después tenemos más capacidad para abordar con éxito esos problemas con los que nos hemos obcecado décadas.